Testimonio:
  Juan Bautista Osses Beltrán

 

"Testimonios de sobrevivientes del GAP."

Se rompió un silencio de 30 años. Ex GAP de Salvador Allende que sobrevivió al bombardeo al Palacio de Gobierno de La Moneda relata por primera vez, de forma dolorosa, hechos que ocurrieron en el interior de esa sede el 11 de septiembre de 1973.

Se rompió un silencio de 30 años. Juan Bautista Osses Beltrán, uno de los tres escoltas del presidente Salvador Allende (1970-73) que sobrevivió al bombardeo al Palacio de Gobierno de La Moneda relata por primera vez, de forma dolorosa, hechos que ocurrieron en el interior de esa sede el 11 de septiembre de 1973.

De forma exclusiva, Prensa Latina desentierra la memoria de Silvio, su nombre de guerra y miembro del Grupo de Amigos del Presidente (GAP).

Osvaldo Cardosa Samón, corresponsal de Prensa Latina en Chile, especial para Juventud Rebelde (Cuba)

 

SANTIAGO DE CHILE.— En la residencia presidencial de Tomás Moro nos despertaron con urgencia a las 6:00 am. Nos dicen que había que ir a la sede presidencial, pues había empezado un Golpe de Estado en la Marina, ciudad de Valparaíso. Nos levantamos abruptamente y recuerdo que alguien dijo "pónganse ropa de combate", y sinceramente cuando uno escucha ahora ropa de combate piensa que sería uniforme, pero no: era vestirse con ropas cómodas. Salimos rápidamente de Tomás Moro.

Recuerdo que cuando nos dicen que hay que ir a La Moneda dejo mi fusil AK y me llevo mi SIG SAUER (suizo). Era un día oscuro y las calles estaban vacías, me llamó mucho la atención que había demasiado silencio. Nosotros bajamos por la calle Costanera. Los únicos que no sabían que había Golpe éramos nosotros, los del GAP.

Llegamos a La Moneda y nos vamos al segundo piso y Aníbal Salcedo (Juan José Montiglio), quien era el jefe del dispositivo, empieza a ver cómo defendemos La Moneda. Instalamos en algunas ventanas algunas ametralladoras que no conocíamos.

Nos ubicaron por sectores y junto a otros compañeros quedé al frente de la puerta Morandé 80, por donde horas más tarde pasaría el cuerpo sin vida de Allende.

Recuerdo que no estuve todo el tiempo al lado del Doctor, así le decíamos los del GAP. Ese 11 de septiembre solo en dos ocasiones estuve muy cerca del Presidente en el interior de La Moneda.

Cuando empezaron los primeros disparos (aproximadamente a las 11:00 am) recuerdo que había un policía de Carabineros que decía: "me quedaré a defender el gobierno constitucional". Sin embargo, media hora después escuchamos ruidos de tanquetas afuera de La Moneda y cuando observamos vimos como el soldado se retiraba agitando un pañuelo blanco en la mano en señal de que no dispararan.

Miramos hacia el lugar donde estaba el soldado y vimos que había abandonado su equipamiento de combate.

 

NUNCA ALLENDE ORDENÓ TAREAS FUERA DE LA MONEDA

 

En el furor del combate, el Doctor nos reúne a todos nosotros y nos comunica que quien no quiera combatir que se retire. En ningún momento escuché una orden para que alguien cumpliera una misión fuera de La Moneda. Confieso que todo el que se retiró fue porque no quiso defender el Palacio. A excepción de las mujeres. Digo esto, porque después de un silencio de 30 años me molesta mucho que ahora connotadas figuras en la política nacional digan que el Doctor les ordenó determinada misión, tareas.

Quien se fue de La Moneda, fue porque no quiso combatir y lo veo muy humano.

Contrario a esto fue lo que pasó con Daniel Vergara, por ejemplo, quien se queda y lo único que nos comunica es que no sabe combatir y cuando cerramos la puerta de Morandé 80 y lo veo a él le entrego una UZI y le digo que lo único que tiene que hacer es mantener el cañón del fusil mirando hacia adelante.

Cuento esta anécdota porque Vergara era una gente del mundo civil, sin instrucción militar, y fue capaz de quedarse en La Moneda y demostrar tener un fuerte compromiso político y de defender con las armas el gobierno.

Desgraciadamente Vergara murió después en el exilio y otras figuras sostienen ahora que le ordenaron determinada misión. Recuerdo como si fuera ahora mismo cuando el Doctor se paró en la escalera al interior de Palacio y dijo:

"Los que no quieran combatir retírense y dejen las armas acá que son para este combate". Hubo otros que después relataron que salieron de Palacio por órdenes del Presidente para que comunicaran al mundo lo que estaba sucediendo en La Moneda, y yo digo que eso es mentira, porque en ese momento lo que se necesitaba eran hombres y armas. Me quedé callado por muchos años.

Esto que digo demuestra la visión de un Presidente de querer combatir hasta la muerte y defender el cargo que su pueblo le entregó.

Además era una decisión que se había adoptado 15 días antes del 11 de septiembre, cuando hicimos una reunión en la residencia de descanso de Cañaveral, 15 kilómetros al este del centro de Santiago, donde Allende, entre algunos intercambios de informes políticos, nos comunica que el complot viene y que probablemente viene por la Marina, que ha sido históricamente una institución golpista en Chile. Se me quedaron grabadas aquellas palabras de Allende de que él no va a salir de La Moneda y que nunca abandonaría el país.

Nos dice que la tarea nuestra es bajar a La Moneda, defender ese símbolo que es del pueblo, mientras se movilizan los trabajadores en los cordones industriales para el llamado Plan de Defensa de Santiago, porque había "un plan de defensa de la ciudad", pero nosotros éramos la única fuerza armada para defender hasta que se movilizara el pueblo.

Este era un plan acordado por los partidos de la Unidad Popular (UP) con todas las dificultades, deficiencias y discusiones, que significaba en este caso la estructura que estaba en el denominado Cordón Industrial.

Trabajé en el Cordón Industrial y conocía el tema por dentro. Creamos un grupo para la defensa de las empresas, teníamos una capacidad paramilitar de este asunto, pero no como para aportar un tema de defensa.

Tengo fresco en la memoria que el Doctor nos hizo preguntas y yo le hice una a él: ¿Presidente, usted cree que nosotros vamos a ser la carne de cañón? Ese mismo día en Cañaveral nos dijo que nosotros (los del GAP) teníamos que resistir hasta que el pueblo se movilizara, "Sí, vamos a ser la carne de cañón".

Dentro de La Moneda éramos 14 y entre todo el personal, contando a los civiles, unas 30 personas, en el momento del ataque del día 11. Tengo muy buenos recuerdos de Juanito Seoane, jefe del Servicio de Investigaciones que apoyaba el Presidente.

Cuando comienza el intercambio de disparos con los golpistas se escucha el citófono que estaba al lado de la escalera por la parte de Morandé 80 y Seoane lo toma cuando le preguntan por el Presidente y una propuesta de rendición y salida del país. Escuché decir a Allende, quien estaba con su casco y el teléfono pegado a la oreja, que no se va a rendir y que se mantendrá en La Moneda. Recuerdo que llama a los interlocutores de traidores y cuelga con rabia.

Otro incidente impactante durante esas horas en La Moneda de pólvora, humo y metralla, fue cuando en medio del combate, junto al Manque (Osvaldo Ramos), entra una persona en el lugar donde estábamos apostados gritando: "Mataron a mi hermano, vamos a morir todos, estamos cagaos".

El Manque y yo lo cogimos y lo tiramos a un rincón y seguía gritando. Le quitamos la máscara de gas para dejar de gritar. Era Carlos Jorquera (el Negro), quien cae de rodillas y se queda callado. Lo importante para nosotros era que no siguiera gritando porque atentaba contra la moral combativa. Después le colocamos la máscara y lo dejamos en el rincón, y entre sollozos decía: "el perro, el perro" y nosotros nos preguntábamos qué perro.

De repente dice el Negro: "mi hermano, Augusto "El Perro" Olivares y salgo hacia la escalera y veo una imagen que me quedó grabada para toda la vida.

En la escalera de caracol que había hasta el segundo piso hacia el comedor, "El Perro" Olivares, periodista, asesor de Allende y ex corresponsal de Prensa Latina, yacía en una camilla y recuerdo que tenía todo el pecho abierto, se estaba muriendo. Al lado izquierdo de él estaba el Doctor con una rodilla en el suelo afirmado en el AK y lo miraba. Del otro lado, estaba Danilo Bartulín, el médico de Allende, asistiendo al "Perro".

Nunca supe si en ese momento "El Perro" ya estaba muerto o se estaba muriendo. Volví después donde estaba Manque y de repente se dio una situación que casi nunca se ha revelado de forma clara.

 

EL CANDADO QUE PUDO CAMBIAR LA HISTORIA DE CHILE

 

Llegó un momento en que se buscó la posibilidad de sacar a Allende de La Moneda, antes del bombardeo que se inició aproximadamente entre las 11:00 u 11:30 am.

Se nos planteó que se estaba gestando un plan para sacar al Presidente para el Ministerio de Obras Públicas por la puerta de la calle Morandé 80 y de ahí al Banco del Estado y desde allí a la calle Bandera, donde lo esperarían autos para partir hacia las poblaciones, y juntarnos con un dispositivo militar del Partido Socialista que estaba metido en La Legua, con el objetivo de levantar focos de resistencia.

La tarea era sacarlo de Palacio y llegamos a tal punto que se armó una pequeña columna, en la cual no habría más de diez personas. Éramos pocos y al lado izquierdo del Doctor estaba yo disparando hacia el río Mapocho, hacia el norte, y del otro estaba Manque, disparando hacia la avenida Alameda.

Pensamos en correr como en diagonal y recuerdo que el Doctor estaba como dudoso, pero ya había aceptado la salida. Llegamos a estar con la puerta abierta de Morandé 80 y los fusiles listos para salir y nosotros preguntamos ¿quién neutraliza el tanque que está en la Plaza de la Constitución?

El Chino Jano se había quedado voluntario con otros compañeros para defender La Moneda y permitir la salida. Se hizo cargo del tanque desde el segundo piso para que la columna atravesara la calle resistiendo el fuego y que el Presidente llegara al Ministerio de Obras Públicas, a solo metros de la puerta de Morandé 80.

De pronto suena el citófono, que era la única comunicación que había con el exterior, y una voz dice que la puerta del Ministerio estaba cerrada con cadena y candados y no encontraban las llaves. Nos quedamos ahí. Cuando el Doctor escucha la noticia, se queda pensando por unos minutos y dice: "No, todo atrás". Pienso que fracasó esa misión por algo estúpido: increíblemente unos candados neutralizaron toda una acción que pudo haber cambiado la historia de Chile. A nadie se le ocurrió dispararle a los cerrojos.

 

LA CAPTURA

 

Cuando comienza el bombardeo contra el Palacio, después que tomamos posición en el segundo piso y arrecian los disparos, nos ordenan bajar y empezamos a sentir el silbido de los rockets (cohetes).

Nos tiramos al piso y quedé impresionado porque cuando empiezan a caer las bombas en el patio interior de La Moneda me tiré de barriga al piso y saltaba de las vibraciones. No nos pasaba nada y gritábamos si había alguien muerto y nos contestaban que no, en ese minuto no muere nadie.

Sí vemos destrucción e incendio. Recuerdo que otros dos cohetazos impactan y sentimos que el edificio se movió. A mí me tocaba cubrir la parte de Morandé 80 y recuerdo que después de la intensidad del bombardeo se me desaparece la gente. En un momento determinado baja Aníbal (Juan José Montiglio, uno de los jefes ex GAP) y nos manda a Manque y a mí al segundo piso, cerca de la oficina que nosotros ocupábamos por Morandé.

Ahí cometí un error: llevaba una canana blanca (utilizada por los Policías de Carabineros) metida en el cinturón. En ese escenario fuimos un grupo a buscar armamentos en la guarnición de Carabineros que estaba en el sótano de Palacio. Tuvimos que atravesar el patio interior. Había un pequeño arsenal que abrimos, sacamos algunos SIG SAUER (suizo), máscaras antigases, sacos de cargadores de SIG.

Ahí cae Manque (Osvaldo Ramos), hermano de Enrique Ramos. De pronto sale una ráfaga de ametralladora desde arriba de un tanque y Manque sale disparado y queda contra la pared. Lo miro y me doy cuenta que tenía el estómago afuera. Esa muerte aún la lloro.

Fue un golpe emocional bastante fuerte, porque quería mucho a Manque. Para mi: estaba muerto y no lo ayudé. En la situación que estábamos determiné no ayudarlo: pensé que estaba muerto y pagué la novatada de mis 23 años. En ese panorama de dolor me quedé sin balas y empiezo a arrastrarme para ir a buscar más al primer piso y cuando bajo me encuentro con la sorpresa que estaban los militares adentro. Habían tomado La Moneda, y un sargento me agarra y me empieza a dar patadas, ya yo no llevaba armas. Eran la 1:30 ó 2:00 de la tarde.

Entonces veo la puerta de Morandé 80 abierta y a mis compañeros amontonados afuera. Los reconocí por el brazalete blanco que nos habíamos puesto para identificarnos entre nosotros. Estoy en la puerta y me doy cuenta que la gente (otros del GAP) que estaba en el Ministerio de Obras Públicas seguía disparando y los militares no podían salir.

De repente me dice un soldado: "quítate el brazalete blanco y muévelo, y comunica que ustedes se rindieron. Lo mando a la "concha de su madre" y entonces me da una patada en la barriga y salgo de espalda de La Moneda. Afuera de Palacio caí de espalda sobre el grupo.

En ese momento no sé si el Doctor está muerto. Me entero después cuando los militares nos tiran contra la pared y empiezan a esconderse bajo nosotros.

Los compañeros apostados en el Ministerio de Obras Públicas seguían disparando. Aquello era una escena tragicómica porque los "pendejos uniformados" se escondían de las balas detrás de nosotros que estábamos con las manos en la nuca afuera de La Moneda.

Cuando me tiran de barriga quedo al lado de Raúl Valladares (jefe de la escolta presidencial), quien me mira y dice: "Silvio (ese era mi nombre de guerra), mira el Doctor ha muerto".

Sentí en esas horas la brutalidad y la violencia absoluta. Seguimos en el suelo, al lado del tanque. Luego nos hacen cruzar la vereda y nos colocan con la cabeza pegada a la pared del edificio de Obras Públicas. Pasó también algo muy duro. En esa posición pasaban militares por atrás nuestro. Estábamos piernas abiertas y manos en la nuca, y de repente uno dice: "mira este es el huevón del SIG" y me levantan la chaqueta. Yo tenía un cinturón de cuero y varios cargadores de SIG con las cananas blancas que utilizan los Carabineros.

Dije para mis adentros: si corro me aplican la ley de fuga y quedo en la esquina.

Entre groserías e insultos me meten en un camión y me dije: "cagué, me van a pegar un tiro". En ese momento escucho: "mira, pásalo a los militares del tanque para que lo maten a palos". Nuevamente pensé que iba a morir".

Agarro mi chaqueta y me quedo tranquilo. Hubo en minutos una vorágine de combate que desconcierta a los militares, pero nuevamente regresan e inspeccionan a los prisioneros.

Minutos después nos suben a buses pequeños. Me llamó la atención que cuando caminaba con los brazos en la nuca y medio cojo había tipos con cámaras de filmación y otros sacando fotos. Esas son las imágenes que aparecen en muchos documentales y que fueron recogidas por los militares.

Como estaba cojo no pude subir al bus, sino de espalda, y arriba del vehículo había un tipo con un arma que te apuntaba a la cabeza. Nos pusieron arrodillados sobre los asientos y de ahí llegamos al Regimiento de Tacna, donde nos bajaron.

 

A TODOS NOS IBAN A FUSILAR

 

En el Tacna se esperaba una situación difícil. A los prisioneros nos iban a fusilar ese mismo día 11 de septiembre en la noche, a las 12. Nos tiran en unas caballerizas y cinco de nosotros quedamos fuera de estas. Esa noche hacía un frío que pelaba y la llovizna molestaba.

Escucho como a las tres de la mañana del siguiente día que nos iban a fusilar. Llegan otros prisioneros y llegamos a unos 49 en Tacna, entre nosotros (GAP) y funcionarios de Investigaciones. Escucho conversaciones que versaban sobre que "cumplíamos tareas del gobierno. Así como cuidamos a (Eduardo) Frei, cuidamos a Salvador Allende".

Luego regresan militares y salen algunos prisioneros. Nos quedamos como 27.

Llega después una orden que indica el fusilamiento para las seis de la mañana de ese día 12. Cuando empieza a amanecer llega un oficial preguntando por el Coco Paredes, director de Investigaciones, quien estaba detrás de nosotros y levanta la mano.

Coco contesta: "aquí estoy". Mientras un soldado se acerca a él y le dice a su oficial: "Mi teniente o subteniente (no recuerdo bien), este desgraciado se llama igual que mi papito. Mira a este concha de su madre y le levanta la chaqueta, la camisa y le pasa la bayoneta por las costillas". Recuerdo que el Coco pega un grito muy fuerte y el militar hace bromas de que él no podía estar ofendiendo el apellido de su familia.

Sale el sol y llegan civiles que se dedicaban a los interrogatorios. Reconocí que entre los detenidos en el Regimiento Tacna se encontraban Héctor Daniel Urrutia, Daniel Gutiérrez, Enrique Huerta, Oscar Lagos Ríos, Juan José Montiglio, Julio Moreno, Eduardo Paredes, Enrique Paris, Georges Klein, Héctor Pincheira, Arsenio Poupin, Luis Rodríguez Riquelme y Oscar Valladares. A todos se los llevan y no vuelven más, en la actualidad todos son detenidos desaparecidos.

Nos quedamos cinco compañeros (tres escoltas y dos de protección permanente del GAP) afuera de una caballeriza. El sol nos empezaba a calentar el cuerpo porque estábamos muy mojados. Por el mediodía, llega un sargento gordo y como castigo nos mete en una caballeriza con mierda de caballo y orina.

Este hecho cambió parte de mi destino. Más tarde (a las nueve de la noche) llegan nuevamente los civiles que estaban a cargo de los interrogatorios e iban sacando a nuestros compañeros. Nos ven en ese sector y nos vuelven a colocar en el mismo lugar, pero un poco más separados. Ahora estoy más separado del Chino Marcelo.

Como a la una de la madrugada del día 13 aparecen de nuevo los civiles y al primer compañero de los cinco le pregunta el nombre, y le dice al Estadio Chile (que se llama ahora Víctor Jara). Hizo esto con cada uno, hasta que me llamó a mí y me pregunta: ¿su nombre? Le digo cualquiera y el tipo se me queda mirando a los ojos y me dice: "te fuiste al Estadio Chile, huevón". No lo podía creer. Nuevamente me salvé la vida.

Nos llaman para subirnos a los buses. Se me quedó grabada la imagen de unos 25 militares que llegaron y colocan frente a los otros compañeros, GAP también, que se quedaban, unas latas de café, pan y otros alimentos ligeros y dicen: "Se van a levantar de uno para que tomen su café y pan, porque después los vamos a matar".

 

SÓLO CUATRO GAP VIVOS DE LOS QUE RESISTIERON DENTRO DE LA MONEDA

 

Después del golpe quedamos vivos cuatro de los que combatieron en el interior de Palacio: Pablo Cepeda, que volvió a Chile en 1999, Luis González, Hugo García y yo.

Pero de la última escolta de Allende éramos tres: Cepeda, García y yo.

Cuando llego al Estadio Chile me encuentro con antiguos compañeros de la Universidad Técnica del Estado y ellos se quedan espantados porque sabían que era de la escolta de Allende y cómo era posible que aún estuviera vivo. Les comunico que el Doctor está muerto y me doy cuenta que no saben de esa tragedia, la magnitud del Golpe.

Estuvimos hasta el sábado siguiente y nos trasladan a todos al Estadio Nacional.

En ese recinto estuvimos hasta el 24 de septiembre de 1973 que sacan a cien personas por toque de queda. Me interrogan y digo que fui detenido durante un toque.

Ahí pasó algo fortuito que también me salvó la vida. Cuando el fiscal me interroga debajo de las tribunas del coliseo, el tipo me dice: "no te creo nada" y me pasó al nivel D que era la tortura, una carnicería.

Minutos después un aviador con casco, que era quien sacaba las fotos, toma los papeles, salimos a la tribuna, me pasa un número y exige que cambie la mano y coloque el puño de la izquierda en el pecho. El tipo coloca mis papeles en la letra A, de donde se salía libre. Una vez más me salvé.

Después de mi salida del Nacional me contacté con mi familia y pasé a la clandestinidad, nos rearmamos un grupo de socialistas, pero como sabían mi nombre, salieron fotos en los diarios, tuve que irme a la antigua República Federal de Alemania (RFA), en ese mismo 1973.

Luego pasé a la ex República Democrática Alemana (RDA), donde estuve cinco años sin salir y luego partí y me detuvieron en la RFA, pero había prescrito mi búsqueda.

Estudié Ciencias del Deporte en la RDA. En 1983 ingresé clandestino a Chile para continuar la lucha. En enero de 1985 caí preso hasta 1987. Me expulsan a Alemania nuevamente e ingreso al país un año después.

 

¿POR QUÉ ESTE TESTIMONIO ESPERÓ 30 AÑOS?

 

Me demoré 30 años en conversar sobre la tragedia de La Moneda porque mi interés siempre fue regresar cuando tuve que salir al exilio. Quería volver a Chile.

Me puse como misión, tras admitir que estaba vivo de milagro, ingresar lo más rápido posible a la lucha. Aprendí que para ganar había que tomar la conducción política militar.

Me la jugué en esa línea y me mantuve callado, aunque me molestaban mucho las declaraciones, libros y folletos sobre sucesos que no se comportaron de la forma que se relataban. Mi idea era entrar a Chile y combatir.

Soy de las personas que asumió la lucha armada en este país y ahora somos vetados por esta llamada democracia. En los últimos años me dediqué a refundar a mi familia.

Con este testimonio me quito un peso de encima. En una ocasión intenté con el documentalista Patricio Guzmán revelar algunos acontecimientos, pero siempre quise que no hubiera edición y se dijeran verdades.

Me he dado cuenta que existe mucho protagonismo, versiones y la historia se escribió de una forma. Si algunos quieren justificar o limpiar sus conciencias no deseo meterme en ese problema. Solo me he dedicado a declarar en los tribunales para hacer justicia por mis compañeros detenidos desaparecidos.

No deja de sorprenderme que a 30 años de la muerte de Allende resucita con fuerza la figura del Doctor y se empieza a valorar que está muy por encima de los partidos políticos.

Siento que la verdad histórica no está contada. La figura de Allende divide a esta sociedad desde el punto de vista de proyectos. Su presencia no dice que un mundo nuevo es posible. Allende fue un gran incomprendido de la historia, de su tiempo. Murió solo y aislado de las cúpulas políticas. Menos mal que los jóvenes de ahora lo vitorean y algún día será mejor estudiado su legado, su integridad y su intachable consecuencia.

 

(Nota: Agradecemos al cro. Boris del Valle, que desde Holanda nos ha enviado este material de Prensa Latina, y al cro Juan Osses, que ha autorizado su publicación en el Portal Salvador Allende.)